Escrito N° MDY



ADICTO AL TECLADO

Tengo que tengo que tengo que tengo que....
No puedo evitarlo ¡¿porque?! Que es esta fuerza que me atrae a escribir sin parar hacia el teclado, es un magnetismo animal, es un instinto básico que no me suelta, es completamente distinto al teléfono, a una pantalla táctil, la suave sensación del teclado, el sonido de las teclas.

La flexibilidad de la escritura, esta adicción no se puede comparar al tabaco, al sexo, a las drogas ni a los besos. Es distinta, es una satisfacción de creación, de logros alcanzados, de metas logradas. Es una satisfacción de intrépidos y atrevidos que gozan con luchar al escribir, ya es un instinto básico en su ser, no es algo que puedes controlar, es una fuerza que llega de forma involuntaria que hace al más débil poder blandir una espada. Que hace al más tonto poseer la sabiduría del mundo a sus manos. Es un descontrol y frenesí que sale con armonía a través de los dedos, es una fuerza descontrolada pausada y con ritmo que crea grandes obras maestras, pequeños diamantes en bruto y secretos contados a voz populi. Son cosas que podemos desatar, fuerzas que van más allá de la comprensión del cerebro. Un instinto que nacía fuera de este mundo. La sabiduría pura del ser humano fue depositada en este arte de teclear y describir a través de lo mundano, de la palabra mortal; ángeles, demonios, seres de otros mundos, cosas inexplicables y maravillas definidas a fino detalle con algo tan básico como la palabra mortal. Tan finito en su comprensión de un simple abecedario y tan infinitas combinaciones que nunca podremos agotar el pozo de sabiduría que se encuentra a través de este arte. Nunca se podrá acabar, las fuerzas de nuestros dedos se desvanecerán, nuestra piel se arrugara, los músculos perderán fuerza y los huesos tras tantos años se volverán polvo. Pero nuestras palabras escritas a través de este tecleo, simplemente prevalecerán en algún lugar, si no será en un papel, en algún servidor o pieza digital, quedara plasmada en el tiempo. Que es la moneda más cara del mundo pero la única que  conserva sin ninguna falla, nuestros fracasos, nuestros logros nuestras palabras. Incluso la que no pudimos contar, pero si pensar. En el olvido de nuestras memorias quedará, pero el tiempo no dejara que se pierdan, en su película será imposible hacer desaparecer algo que con el simple hecho de pensarlo, ya tiene valor. Y por esta adicción de teclear y teclear, el hombre seguirá sin desenfreno en este vacío condicional de estar frente a esta maravillosa sensación de no despegarse más de un milisegundo lo suficiente para alcanzar otra tecla, tras tecla, tras tecla. Solo queda tener que los oídos sordos y las miradas ciegas quieran ver el producto de un Adicto al teclado.


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